Subirse al Metro no debería dar miedo. Pero en los últimos meses, muchas personas —sobre todo mujeres— han empezado a vivir una nueva forma de violencia: los pinchazos. Agujas, piquetes, sustancias… agresiones que llegan de la nada, en vagones llenos, entre empujones, y que dejan miedo, confusión y hasta consecuencias para la salud.

Hasta ahora, en la Ciudad de México ya van 68 denuncias por pinchazos, más de 50 dentro del Metro. Y lo más grave: estos ataques no están bien tipificados como delito, lo que complica que se castigue a los agresores. Solo dos personas han sido detenidas.

Pero eso podría cambiar pronto. La jefa de Gobierno, Clara Brugada, ya envió una propuesta al Congreso capitalino para que este tipo de agresión se considere un delito real en el Código Penal. La idea es que quien pique a alguien con una aguja, con o sin sustancia, pueda recibir entre 2 y 5 años de cárcel, además de multas.

Y si se demuestra que la sustancia era peligrosa, que el ataque fue en transporte público o contra una persona vulnerable, el castigo será más severo.

¿Es justo? Totalmente. Porque tocar el cuerpo de otra persona sin su permiso, mucho más si es para dañarla, no puede seguir quedando impune. Nadie debería tener miedo de ir a trabajar, estudiar o simplemente moverse por la ciudad. Esta iniciativa no es solo letra legal: es una respuesta a lo que tantas personas están viviendo en carne propia.