La economía mexicana recibió un balde de agua fría en julio, debido a que la inversión, es decir, el dinero que se destina a construir carreteras, fábricas, hospitales o a comprar maquinaria nueva, cayó 6.6% en comparación con el año pasado. El dato más preocupante es que el gasto del gobierno en infraestructura y proyectos públicos se desplomó 22.7%, la mayor caída desde la pandemia.
En palabras sencillas: mientras las empresas privadas redujeron un poco su inversión (4.6%), el gobierno prácticamente cerró la llave, afectando a obras que suelen mover mucho empleo y dinamismo económico. Esto implica menos carreteras, menos obras de vivienda, menos hospitales en construcción y, en general, un menor empuje de la obra pública que debería servir de motor al país.
Por sectores, la construcción cayó 7.2%, lo que golpea directamente a albañiles, proveedores de materiales y constructoras. En contraste, la compra de maquinaria y equipo solo bajó 5.9%, e incluso mostró un respiro al crecer casi 5% respecto al mes anterior. Eso significa que, pese a la incertidumbre, varias empresas siguen renovando sus equipos y plantas porque México aún atrae inversiones gracias al fenómeno del nearshoring (empresas que se mudan o amplían operaciones aquí para estar más cerca de Estados Unidos).
En los primeros siete meses de 2025, la inversión acumula una baja de 6.8%, un contraste muy fuerte con lo ocurrido en 2023, cuando México vivía un auge de casi 20% por la relocalización de fábricas.