En una sorpresiva pero cargada conferencia de prensa, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la salida de Elon Musk de su cargo gubernamental. La noticia marca el cierre de un capítulo inusual en la política estadounidense, donde uno de los empresarios más disruptivos del siglo XXI incursionó en el aparato estatal con la intención de transformar sus estructuras desde dentro.

“Elon ha logrado un cambio colosal en las viejas formas de hacer negocios en Washington”, afirmó Trump, con un tono de elogio que contrastó con la frialdad que suele acompañar a las salidas de funcionarios. En efecto, el paso de Musk por el gobierno no dejó indiferente a nadie: desafió normas, aceleró procesos burocráticos y propuso una visión más ágil y tecnológica para la administración pública.

No exento de polémicas, su estilo rompedor generó fricciones tanto dentro como fuera del gabinete. Aun así, su contribución parece haber sido valorada en la cima del poder.

La salida de Musk plantea preguntas sobre el futuro de la innovación en el gobierno, pero también deja claro que la política, cuando se cruza con mentes como la suya, no vuelve a ser la misma.