En el Día Internacional del Cerebro, el Consejo de la Comunicación recordó un dato urgente que muchas veces se pasa por alto, la exposición al humo del tabaco en la infancia y adolescencia puede dejar secuelas permanentes en el cerebro.
Desde dificultades para concentrarse hasta problemas de lenguaje, memoria o empatía, los efectos del humo son reales, incluso si no se fuma directamente. Basta con que haya alguien fumando cerca para alterar funciones básicas del neurodesarrollo.
También se ha comprobado que durante la adolescencia, el consumo de alcohol y tabaco reduce la actividad cerebral y frena el desarrollo de habilidades clave, como el razonamiento y la comprensión verbal.
Los datos hablan por sí solos:
- 22.1% de niñas y niños expuestos al humo del tabaco desarrollan trastornos mentales.
- 21.7% presenta problemas de comportamiento o depresión.
- 19.3% tiene dificultades de aprendizaje.

Frente a este panorama, el Consejo de la Comunicación hizo un llamado a cuidar los entornos donde crecen niñas, niños y adolescentes. Alejar el humo también es una forma de cuidar su futuro, su salud emocional y su capacidad para aprender y relacionarse.
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