En la recta final del sexenio, Beatriz Gutiérrez Müller, comparte sus experiencias y reflexiones sobre su tiempo en el Palacio Nacional, abordando las dificultades y responsabilidades que ha enfrentado
A través de su nuevo libro, ‘Feminismo silencioso’, la escritora y académica especializada en literatura, historia y filosofía, cuenta cómo ha llevado en los últimos seis años el título de esposa del presidente de México.
La mujer que desde el inicio de la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se negó a ser nombrada como “primera dama” describe en estas páginas cómo el foco público apuntó sobre ella de manera indeseada, obligándola a recluirse en la esfera privada, refugiándose en su familia y sus actividades académicas.
En lugar de hacerse responsable de las atribuciones tradicionales de la esposa del presidente, Gutiérrez Müller optó por atender sólo aquellas que correspondían a las costumbres, la ley y la ética, cumpliendo con ciertos encargos de AMLO como una ciudadana más.
“Divorciarse es una buena decisión”
En ‘Feminismo Silencioso’, Gutiérrez Müller manifiesta que se ha sentido “harta de tener tantas responsabilidades y no poder descansar”, aunque ahora ya lo dice “sin rabia, porque esta vuelta está por terminar”.
La escritora comparte las “condiciones extremas” del rol que ha desempeñado, asegurando que en más de una ocasión ha considerado la posibilidad de retirarse. “Confieso que en más de una ocasión esta posibilidad ha pasado por mi mente, pero, hasta ahora, he podido sobrevivir a los intentos de rapto de mi voluntad”. Además, afirma que, si la pareja no se acomoda a las nuevas responsabilidades, “divorciarse es una buena decisión”.
La no primera dama
De esta manera, Gutiérrez Müller explica que nunca quiso tomar el lugar de primera dama, dedicando gran parte de las 250 páginas de la obra a argumentar en contra de dicho título y donde relata cómo, al llegar a “el museo” donde vive, su esposo le recomendó visitar al entonces presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, a quien cuestionó sobre sus obligaciones y atribuciones legales, determinando que no había nada que le impidiera continuar en la Universidad de Puebla ni obligaciones constitucionales que la comprometieran.
Finalmente, considera que el título de primera dama es machista y que, si conlleva alguna obligación, debería estar regulada legalmente, pues actualmente, las primeras damas son “reminiscencias de aristocracias pasadas”.