La adopción de pagos digitales en Latinoamérica avanza, pero lo hace de manera desigual y condicionada por factores regulatorios, tecnológicos y de confianza. De acuerdo con la séptima edición de Pulso, estudio anual elaborado por Topaz, 56.9% de las instituciones financieras en la región ya tiene habilitados pagos QR, convirtiéndolos en la solución de pago digital con mayor presencia en el sistema financiero latinoamericano.
El informe, basado en la participación de 1,023 líderes del sector financiero en 20 países, muestra que otras soluciones presentan una penetración menor: 38.1% de las instituciones ofrece billeteras digitales, 35.0% botones de pago en canales digitales y 32.7% transferencias P2P en tiempo real. En contraste, solo 21.7% cuenta con sistemas de pago con validación biométrica, lo que evidencia una brecha entre adopción básica y soluciones avanzadas.
A nivel país, la adopción de pagos QR es liderada por Bolivia (86%), Paraguay (79%), Argentina (68%) y Brasil (62%), mercados donde los bancos centrales han impulsado estándares interoperables que reducen costos y facilitan la integración de comercios. En Bolivia, el estándar QR BCB permitió que 95% de los bancos y cooperativas ofrezcan pagos QR, consolidando su uso en el comercio formal e informal.
Topaz destaca que los QR gestionados dentro de plataformas bancarias generan mayor confianza frente a soluciones externas, fortaleciendo el papel de la banca tradicional frente a fintech y neobancos. Sin embargo, el estudio advierte que la adopción tecnológica no elimina los desafíos estructurales: el miedo al fraude, la baja educación financiera y los sistemas heredados continúan limitando la escalabilidad.
De cara a los próximos dos años, la mayoría de las instituciones planea priorizar inversiones en infraestructura de pagos, ciberseguridad, biometría e inteligencia artificial, con el objetivo de sostener el crecimiento de un ecosistema híbrido donde convivirán pagos inmediatos, billeteras digitales y tarjetas. El mensaje del estudio es contundente: la expansión de los pagos digitales dependerá menos de la innovación aislada y más de la capacidad de la banca para combinar regulación, tecnología y confianza del usuario.

