Imagina que para hacer cualquier trámite, desde ir al médico hasta cobrar un apoyo social, necesitas mostrar una CURP que contiene no solo tu nombre, sino también tus huellas dactilares y tu fotografía. Ahora imagina que esa información está en una plataforma conectada con bancos, empresas, instituciones de gobierno y otras bases de datos. Todo en tiempo real. Suena moderno… pero también inquietante.
La Cámara de Diputados acaba de aprobar una reforma que convierte a la CURP en la única fuente oficial de identidad, incluyendo datos biométricos. Además, se crea una Plataforma Única de Identidad que podrá consultar y cruzar esa información con sistemas públicos y privados.
¿Para qué? Dicen que es para facilitar trámites y ayudar en la búsqueda de personas desaparecidas. Pero la gran pregunta es: ¿quién controlará esa información? ¿Quién garantiza que no será usada para vigilar, discriminar o excluir?
Este avance tecnológico puede ser útil, sí. Pero sin reglas claras, sin protección real de datos y sin supervisión ciudadana, puede volverse un riesgo.