La renegociación del T-MEC prevista para 2026 llega en el peor momento para la economía mexicana. De acuerdo con Gabriela Siller, directora de Análisis Económico de Grupo Financiero BASE, México se encamina a un proceso de revisión comercial complejo, con un entorno interno marcado por inversión débil, menor capacidad productiva y presiones inflacionarias persistentes que podrían limitar su margen de maniobra frente a Estados Unidos y Canadá.
Siller advirtió que el país llega a esta etapa con un deterioro estructural poco discutido: el PIB potencial se ha reducido, lo que implica que México ya no puede producir lo mismo que antes sin generar inflación. Esto ocurre por la caída acumulada de la inversión fija bruta, que registra un retroceso de 7.3%, así como por la fuerte contracción del gasto público en inversión física, que se hundió 29% anual, niveles no vistos desde 1995. El efecto es similar al de una economía que envejece su infraestructura sin reponerla.
La economista explicó que este debilitamiento estructural limita la competitividad del país justo cuando Estados Unidos busca endurecer reglas de origen, presionar por compromisos laborales y utilizar temas como migración, agua o seguridad fronteriza como fichas en la mesa de negociación. Banco BASE anticipa que la revisión del T-MEC podría extenderse hasta 2027 y que, aun sin una ruptura del tratado, el proceso operará como una renegociación de facto.
Siller subrayó que México depende de manera directa e indirecta del comercio con Estados Unidos en más del 50% de su actividad económica, lo que deja al país con poco margen frente a un eventual endurecimiento de reglas en sectores como automotriz, maquila, logística y manufactura avanzada. Estados Unidos —dijo— ve en México un proveedor estratégico, pero también un territorio donde puede exigir mayores estándares laborales, ambientales y de seguridad.
El panorama interno tampoco ayuda. Además de la débil inversión, México enfrenta una inflación subyacente por encima del 4%, la más alta desde 2021, impulsada por aumentos en costos laborales, baja productividad, tarifas administradas y presiones en servicios. Banco BASE estima que la inflación promedio de 2026 se ubicará por encima del 4%, dificultando la labor de Banco de México para mantener ancladas las expectativas.
Esta inflación estructural coincide con un mercado laboral frágil: México acumula tres trimestres consecutivos de destrucción de empleo formal, mientras la creación de plazas se concentra en la informalidad. Para los analistas, esto implica menor ingreso, menor consumo y un mayor riesgo de que aumente la vulnerabilidad social justo en el periodo previo a la revisión del tratado.
La economía mexicana también se desacelera. Banco BASE prevé un crecimiento de solo 0.8% en 2026, insuficiente para compensar el deterioro en inversión, productividad y empleo. El debilitamiento industrial —un sector en recesión técnica— añade presión, particularmente en manufactura y minería, que ya muestran contracciones superiores al 1% trimestral.
Todo esto ocurre mientras el tipo de cambio aparenta fortaleza, impulsado no por la economía real, sino por flujos especulativos de carry trade que responden a tasas globales, volatilidad y percepción de riesgo. El problema, dijo Siller, es que estos flujos pueden revertirse con rapidez ante un cambio en expectativas sobre México o Estados Unidos.

